Ser escritor se asemeja bastante a vivir un Carnaval perpetuo. Cuando te sientas delante de la hoja en blanco y tus dedos comienzan a teclear los primeros compases del baile, que has ideado para tus personajes, debes vestir su ropa, andar del modo en que lo hacen, pensar e incluso hablar de esa forma peculiar que has diseñado para ellos. No lo había hecho anteriormente, pero en esta ocasión utilicé una música concreta para inspirarme, colorear la novela y empaparme de la esencia que pretendía desprendiera cuando el lector se sumergiera en ella. Hay olores que nos transportan a un momento o lugar de nuestra vida concreto. Quiero que cuando alguien escuche a Billie Holiday o a Sara Vaughan, tras haber leído mi novela, le lleve a sus páginas.
En El cisne azul confluyen la literatura, la música y el cine. Considero que maridan increíblemente bien. Todas toman forma en la personalidad de Jota, definiéndola, además ¿quién entendería el cine sin música y un gran guión?
Disfrazarse de Jota ha sido un placer. Meterse en la piel de un hombre y que resulte creíble es un reto. Es la primera vez que el protagonista de una de mis novelas es masculino. No es que me hubiera planteado premeditadamente cambiar de género y probarme. La historia nació sola y naturalmente me tuve que subir al tren que tenía delante. A él, en un momento de la novela, le sucede lo mismo. Se topa con una oportunidad y sin tiempo para sopesar, si es o no su competencia, se sube.
Calzarse los interminables tacones de Úrsula, pestañear y seducir, cual diva de jazz de los años cincuenta ha sido una gozada. Su hermetismo y su contención emocional, a una persona tan expresiva como yo, me suponía todo un ejercicio. Debía esforzarme por frenar el ritmo de la novela en sus apariciones, para que su pestañeo, el vaivén de su pelo, pareciesen estar grabados a cámara lenta.
Para inventarse una mujer así me nutrí de música, me lancé a las apuestas seguras, no me atrevería a decir casi ni que soy aficionada al jazz, así que cuando di con mis fetiches, siempre vocalistas femeninas, los exploté. Ellas fueron la inspiración para Úrsula así que al ponerme sus zapatos las escuchaba con el objeto de que esas musas, que las rondaban para cantar con ese alma puesta en los labios, me echaran a mí también un cable.
Hay novelas que emocionalmente desgastan, al escribirlas y leerlas. Las hay que te enfrentan a situaciones extremas que generan tensión y ansiedad. Las hay con detalles históricos interminables. Pienso que no siempre nos encontramos en el mismo momento de nuestra vida para apreciar algunos libros. No es el caso de El cisne azul, pues se escribió con el objeto de entretener. Eso es extrapolable a que se trata de lectura ligera ideal para un viaje, unas tardes lluviosas o para disfrutarla bajo la sombrilla en la playa.
Para mí El cisne azul es un regalo, lo es porque escribirla ha sido muy agradable. Se trata de una novela cuya pretensión es hacer pasar un buen rato al lector, que desee saber qué sucede a la vuelta de la página, que ansíe tomar una cerveza con Jota, porque le parece un tipo genial y cenar una noche en Le parisiene, el restaurante de Úrsula, mientras El cisne azul le ameniza la velada.
Emma Peréz Mendéz, autora de El Cisne Azul