El género negro, en su sentido más puro, explora por un lado la amenaza y por otro la atracción que sentimos por ella, concretamente por el misterio que encierra.

Hay en toda música una llamada que yergue, una conminación temporal, un dinamismo que agita, que empuja a desplazarse, levantarse y dirigirse hacia la fuente sonora. Extracto del libro ‹‹Butes››, de Pascal Quignard.

El libro al que pertenece la cita anterior hace referencia a las sirenas de la mitología griega, seres híbridos que tenían una voz musical prodigiosamente atractiva e hipnótica con la que embrujaban a los navegantes y los conducían a la muerte. Butes pertenecía a la expedición de los Argonautas, capitaneada por Jasón. Orfeo comenzó a tocar una canción para contrarrestar la influencia de su canto, pero solo Butes saltó al mar. La cita hace referencia a esa atracción que encierra una amenaza de muerte. Conminación es una palabra clave: “amenaza con males terribles hecha a personas o a cosas personificadas”. La novela negra se nutre precisamente de eso.

Hay pues una conexión universal en el juego amenaza-atracción, así como una tirantez consustancial. Y en tanto que emociones, según se nutran de elementos propios de su región biogeográfica, conformarán el misterio, el cual adquirirá connotaciones diferentes propias de cada cultura, aunque solo aparentemente.

La novela nórdica de género, ahora tan de moda, no es ajena a este hecho. Recalca la amenaza, alimentándose de elementos propios, reflejado sentimientos universales en escenarios de su ámbito geográfico. Para el que no es de allí, la atracción es mayor, por lo lejano, por lo exótico, reforzando el efecto del misterio.

La novela americana, tanto clásica como actual, norteamericana o sudamericana, también juega con la amenaza y la atracción, explorando especialmente esta última, centrándose de forma más expresa en la maldad de los seres humanos, ya sea a través de conspiraciones, asesinos en serie, bandas organizadas, individuos sedientos de poder, desigualdades sociales o violencia de género. Todos viven ocultos entre las sombras, en un mundo que está continuamente amenazándonos, pertenezcamos o no a él.

La raíz del género es por tanto independiente de su procedencia o forma final. La amenaza siempre subyace. El estilo o cultura solo lo disfrazan.

La apatía de los idiotas es, en este sentido, un ejercicio literario, una exploración de la amenaza a través de la conjunción de diferentes estilos. Por un lado, del realismo mágico cuya finalidad no es suscitar emociones, sino expresarlas (a través del muralismo de Ramiro, del distanciamiento de los personajes secundarios, etc.), y por otro del realismo sucio, tratando de que sea el contexto el que sugiera el sentido profundo de la obra. También juega con el simbolismo, por medio de una estrella de mar que activará los recuerdos de Laura y pondrá de relieve cómo la memoria condiciona nuestra visión del pasado y consecuentemente nuestra percepción del presente. En esta historia la amenaza son los otros, lo que esconden sus mentes, sus secretos más oscuros. De ahí su título: idiota: de origen griego, ‹‹privado, uno mismo››, que no se preocupaba por los asuntos políticos (en latín ‹‹sin educación o ignorante››); apatía: impasibilidad del ánimo, dejadez, indolencia, falta de vigor o energía.

Las diferencias con muchas, pero todas se convergen en esa “conminación”.